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Entonces, la maquina del tiempo se abrió y de la paleta del pintor aparecieron los compañeros de infancia. - Siempre dibujé, desde chico, pero jamás hice un curso o taller. No me sentía pintor. Al nacer mi hija, como no encontré nada para decorar su pieza, hice los cuadros. Nada habría pasado si el dueño de la tienda donde llevó a enmarcar no se hubiera fascinado con su trabajo. Lo contactó con una galería de arte que le encargó cien cuadros. Al poco tiempo vinieron cien más. - Dejé todo lo que hacía, los spots publicitarios, los libretos de radio y de televisión. De cabeza se dedico a pintar. Su arte le fascinaba, lo entretiene, le da fuerza y vitalidad. "No me interesa vender, sólo crear. Parto con manchas, un fondo de colores; sobre ese mundo creo personajes". Cuenta que los críticos han dicho que su trabajo es muy bueno: a él le vale más la opinión del público. - Me encanta que a la gente le guste. Más de alguien me ha dicho que soy un Matta infantil, y los entendidos piensan que tengo influencia de Chagall, Kandinsky y Miró. Me han catalogado de surrealista infantil; Otros señalan que mi pintura es onírica. En el fondo mis cuadros son sueños infantiles. No le importa ser famoso ni ganar plata, sólo ser un creador. "Soy un poeta-pintor o pintor-poeta; en mí estan mezclados muchos personajes: el que pinta y el que hace poesía, el soñador con el romántico. No hay mensajes intelectuales detrás de mis espacios de fantasía, solo quiero dar un poco de alegría a este mundo tan gris". |
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Claudia Hidalgo | ||||||
Revista "YA" , El Mercurio |
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